La jueza Elizabeth Trejo Galán ha lanzado un amparo a favor de «Ely», la elefanta residente en el Zoológico de Aragón de la Ciudad de México, famosa por su título poco envidiable de «el paquidermo más triste del mundo».
La sentencia, que ha salido a la luz en medio de una nube de polvo y alaridos de activistas por los derechos de los animales, ordena que se mejoren las condiciones de vida de «Ely», que al parecer están tan deslucidas como una fiesta sin piñata.
No sólo eso, ¡la jueza ha ordenado que le practiquen más estudios! Sí, como lo lees, estudios para determinar si la pobre «Ely» tiene alguna otra afección, como si fuera una telenovela médica llena de diagnósticos dramáticos y dosis de empatía animal. Lo anterior, debido a los maltratos, sin duda traumáticos, que padeció tiempo antes de ser acogida por el zoológico, cuando era utilizada como parte de un espectáculo circense.
Según el reporte, la jueza ha declarado que es hora de que «Ely» reciba la atención que merece, con la firme intención de evitar que la salud de la elefanta empeore a causa de su tristeza.
Pero, ¿qué tan relevante es este fallo histórico en el vasto paisaje de la justicia mexicana? A juzgar por el hecho de que es la primera vez que la Justicia federal se preocupa por el estado emocional de un elefante, parece que la noticia es tan excéntrica como, por fortuna, anecdótica.
Organizaciones como «Va por sus derechos» han aplaudido la decisión judicial, argumentando que es hora de que «Ely» sea considerada una «persona no humana» con derechos y obligaciones. Sí, como si el elefante tuviera una agenda ocupada de actividades cívicas entre pisoteo y pisoteo.
Pero, espera, ¡aquí viene el giro! A pesar de toda esta algarabía, el abogado de «Ely», Marcos Mario Czacki Halkin, no logró el traslado de la elefanta a un refugio o santuario de animales. La jueza decidió que, a pesar de los pesares, el zoológico era el lugar adecuado para ella y sus cuidados.
En resumen, mientras «Ely» recibe su pequeño momento de gloria en el escenario judicial, esperamos que la judicatura en México todavía esté ocupada lidiando con el verdadero «elefante en la sala»: la infinidad de injusticias y problemas de derechos humanos que padecen millones de mexicanos.
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