Tras 2 años de no celebrar la Feria Nacional de San Marcos hemos llegado al festejo de este año 2022 con una gran intensidad y diversidad de actividades culturales, económicas, gastronómicas y lúdicas entre otras. Una feria que se destaca por su alegría, embriaguez y relajamiento social.
Las diferentes culturas humanas siempre han tenido una multitud de fiestas y carnavales, relacionadas con tradiciones herméticas, religiosas, militares o atléticas. En el México prehispánico, como en el novohispano o en el México actual el calendario de las fiestas y su seguimiento ritual ha estado siempre presente en el interés de la vida comunitaria. El alma mexicana exulta el júbilo por los poros y vive entusiasmada cada una de sus celebraciones festivas. Si lo simbólico y lo lúdico definen al mexicano, nada tan importante en su vida como la fiesta…
La mayoría de los antropólogos y pensadores nos señalan que la fiesta nos permite huir de la rutina, salir de ese tiempo asfixiante marcado por el calendario y las responsabilidades laborales, nos permite detener alegremente el tiempo lineal y escapar de las cotidianeidades que nos abruman para poder encontrarnos con el rostro del otro que es igual a mí, que siente y anhela una mejor vida. Ver a los otros no como medios sino como fines que nos posibilitan nuestra propia formación y crecimiento humanos, de tal manera que podamos formar un nosotros, una comunidad que anula lo individual para encontrar su verdad en la colectividad en medio de la fiesta. Esto supone que podemos alterar la vida normal y dar paso a un momento en que viajamos al momento de lo indefinido, de lo agitado y lo bullicioso liberando así las cargas del día a día.
La fiesta se llena de color frente al claroscuro cotidiano, la fiesta ilumina esas regiones recónditas que ocultamos diariamente en las funciones y en los trabajos que desempeñamos y que requieren de orden y norma. La fiesta incluye esta transgresión para poder otear la vida en su totalidad. La celebración festiva se ha caracterizado por romper límites ya sea con respecto a la bebida, la comida o el placer.
Esta es la singularidad de la fiesta conjunta lo vital y lo mortuorio; salud y enfermedad; bullicio y soledad; inspiración y expiración… el cansancio que provoca la intensidad de la fiesta es a la vez el relajamiento que nos permite seguir adelante.
Los rituales antiguos y los actuales que requerían de sacrificios y de salir de sí mismos incluían la promesa de un nuevo inicio, de una nueva comunidad, ya fuera con los dioses o con los seres humanos… La fiesta nos da la promesa de poder enfrentar nuevamente lo rutinario, nos otorga la resiliencia ante el devenir asociado a la frustración y el temor al futuro; la fiesta nos libera de las cadenas de control, nos emancipa de la labor absurda que sólo se realiza por un mísero salario y nos lleva a vernos a nosotros mismos en el espejo e interpelación de los demás. De aquí, la búsqueda de ser otro mediante los recursos de la máscara o los disfraces que nos posibilitan ser aquello que deseamos o nos permiten actuar como quisiéramos o incluso nos protegen de los enemigos humanos o naturales. Roger Caillois lo ha descrito bellamente: “La fiesta es la reunión de lo sagrado y lo profano, lo serio y lo grotesco, la vida y la muerte. La fiesta es un himno a la vida y la muerte regeneradora: un principio y un final indisolublemente unidos.”1
Esperamos que este reinicio de la fiesta sanmarqueña sea propicio no sólo para el abotargamiento de los sentidos y la dilapidación de la fortuna, sino una expresión de comunidad que vive y trabaja con intensidad, pero a la vez requiere de estos momentos de esparcimiento para dar cauce a las necesidades vitales, pulsionales o culturales mediante la vivencia de actividades que renueven la comunidad hidrocálida. Ciertamente, el vínculo de la Feria con el festejo del apóstol San Marcos ha ido quedando en el olvido. Pero esta figura contiene elementos simbólicos que afirman los rasgos de la vida humana: el desierto y el león; el vacío y la fuerza para enfrentarlo; la capacidad de reiniciar una nueva vida apartir del reconocimiento de lo que verdaderamente se quiere. Éstos nos envían hoy un mensaje renovado que nos convoca a mirar esta fiesta con una mirada más aguda que permita interpretar la complejidad de esta celebración.
Son sólo algunas ideas para vivir más intensamente la experiencia de esta fiesta. Queda abierta la invitación a vivir la fiesta para obtener más vida, sea por deleite, por negocio o por contemplación, pero que no se trate de una experiencia vacía, sino que ésta nos dé fuerzas para resignificar la rutina cotidiana y atisbar esos momentos en los que podemos cumplir nuestros deseos más íntimos.
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